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Humanismo. José Luís Ric. Galería Concha Pedrosa. Sevilla - REVISTA DE ARTE CONTEMPORÁNEO AMBLART.com

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Humanismo. José Luís Ric. Galería Concha Pedrosa. Sevilla

Humanismo. José Luís Ric. Galería Concha Pedrosa. Sevilla¿Qué flecha nos hiere desde estos cuadros de RIC? ¿Qué es lo que nos toca por igual a los ojos y al corazón? Un rasgo común que parece repetirse en todos aquellos cuadros en dónde aparecen los humanos: la torpeza, una torpeza propia de los hombres.

Su condición de muñecos movidos por una idea, una idea fija, maniática.

No es RIC insensible a esta plaga del Humanismo, ese patriotismo último del hombre como medida de todas las cosas. Esa impostura se desprende de estos cuadros, en situaciones varias donde los muñecos humanos juegan a hacer de “Hombres”. Érase que se era, en los orígenes, un jardín paradisíaco y virginal de frondosos árboles carnales donde los hombrecillos, todavía desalmados, se dejaban jugar libres entre plantas y bestias; pero parece que algo fatal, como una Información, les cae de lo Alto, y se infectan de unas almas blancas que les corroen como polillas. Y ya cada uno se empeña en ser cada uno, y a sí mismos en serio a tomarse, y a hacerse del mundo los dueños: a dar alcance al vuelo, a domesticar las rarezas; a hablar ellos de ellos entre ellos, y así callar las cosas. Pero ¡ay!, que las lenguas se rebelan, y las palabras se les revuelven y de los hombres se vengan cambiándoles vida por existencia. Y hasta les fabrican una realidad de imposibles al pie de la letra. Ya vivir es verlas caer, hojas y almas revueltas. Así, de una a otra muerte, va en negro jamelgo cantando el jinete: “Siempre entre dos muerte ando/ en la que ha de venir / y en esta que va pasando”. 
 

 Humanismo. José Luís Ric. Galería Concha Pedrosa. Sevilla

Humanismo. José Luís Ric. Galería Concha Pedrosa. Sevilla

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Humanismo. José Luís Ric. Galería Concha Pedrosa. Sevilla

Un pintor que sabe lo que quiere, que quiere hacer Arte, tratará de enmendar tales evidencias, y unas veces se las apañará para disimularlas y otras para dar fe de ellas. Y que luego sean nuestros ojos y almas los que arreglen las cuentas. Pero no, que lo que RIC hace es doblar la carga a la yegua, y por si todavía fuera poco la carga, doblarle las leguas. Así sea, que aquí nadie se salva: “ni el místico ni el suicida”. Que ponerse “creativo” y armarse de estilo, con santo y con seña, para hacernos tragar con Arte sublime la podre salmuera, no es propio de RIC ni del que le vea y entienda. Lo que RIC nos propone sin retórica excelsa, es que la gracia está en dejar que el pueblo por sí solo se diga y se mueva: que lo que bulle por bajo de hombres y hembras, lo desconocido, sea ello lo que haga y hable sin palabras nuestras. Que si sólo de lo negado se canta, se pinta lo que el ver nos ciega. Pintamos el impedimento, la estupidez, la soberbia, armando el muñeco de trapo de la conciencia, para clavarle el alfiler hasta que nos duela. Desnudar esa “hominidad” quizá sea santa tarea, y lo que esté por debajo ya se verá, sea lo que sea.
 
Que bien sabe RIC, y cualquiera que tenga los ojos abiertos, que los muñecos son mayormente parecidos y feos, es el signo de la Democracia desarrollada, la tontuna y fealdad de la Mayoría. Lo cual se complementa y sostiene con el culto de la individualidad, de la persona: El muñeco repetido, idéntico a fuerza de maniático y personal. La diferencia personal, que nos distingue a unos de otros como personas, cada uno con su DNI, ¿en qué consiste?: Consiste en la fealdad, en la estupidez. Porque ¿cómo pueden distinguirse unas caras de otras sino por defectos, por vicios, por manchas? Si no fuera por la fealdad no habría diferencias y, entonces, siendo todos guapos, perfectamente guapos, seríamos el mismo en un sentido profundo; pero para que seamos cada uno lo que somos, personas “personales”, tenemos que apencar con alguna fealdad distintiva: ser súbdito de un Estado, hincha de algún Equipo, o ser funcionario, autor, juez, ejecutivo, ministro, u otras formas de idiosincrasia (idiotez) por el estilo. Y sin embargo, se añora un orden anterior, no humano, un orden rítmico, protonumérico, pre–espacial y ahistórico, con albores de aurora. RIC, parece ensoñarlo en esos fondos virginales y ordenados que sirven de forito a sus muñecos destartalados y obsesivos. En el tratamiento de las producciones anónimas, desmandadas, o en el intento de imitarlas, parece vislumbrarse un orden rítmico, una armonía (no queremos llamarla “natural” porque de eso no se sabe) pre-humana. Uno no acierta cuando quiere voluntariamente: más bien se acierta cuando uno no quiere: uno acierta –si es que acierta- cuando no es uno, cuando uno se sale de sí. Y RIC sabe bien salirse de sus casillas, y, de paso, sacarnos a nosotros de las nuestras.
 
ISABEL ESCUDERO



INAUGURACIÓN: JUEVES 6 DE MAYO A LAS 20.30 H.
 
EXPOSICIÓN: DEL 6 DE MAYO AL 5 DE JUNIO


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