El Extraño Museo Llonovoy. Del juguete roto al poema-objeto
Por Juan Luis Calbarro
La trayectoria de Miquel Àngel Juan en el ámbito dramático arranca con la fundación en 1986 del grupo Hermanos Llonovoy. Desde entonces, innumerables espectáculos cómicos, festivales, giras
por Baleares, Cataluña, resto de España y Europa, incursiones en el mundo del vídeo y la televisión, colaboraciones con grupos musicales y compañías teatrales, en los últimos años monólogos y algunos premios recibidos a regañadientes jalonan la experiencia de un artista que se define como cómico, como los de antes.
La afición por los juguetes rotos viene de lejos. “Siempre me gustó recoger objetos abandonados”, dice, y nos muestra, repleta de fragmentos en espera de conveniente acoplamiento, una habitación del entresuelo que habita en uno de los rincones más hermosos y particulares de la vieja Palma. En este mar de despojos del consumo encontramos viejos mecanismos eléctricos o de cuerda, muñecas desmembradas, soldaditos de plástico, artefactos insólitos, pequeñas imágenes religiosas e instrumentos musicales o, simplemente, ruidosos. La base de su ingeniosa asociación final no dista mucho de la que animó la obra de Joan Brossa: la paradoja, el oxímoron, el juego conceptual que alumbra con nuevos matices los objetos cotidianos y los rescata de la ruina con nueva utilidad (o con nueva inutilidad). Así, el soldado con cabeza de cactus o el cactus con brazos de soldado, la trompeta que sustituye al cañón sobre el correspondiente armón o el indio sioux armado de una raqueta de tenis denuncian en su propio absurdo la lógica de la guerra. Ciertos objetos de carácter religioso, sometidos a la lógica del ensamblaje, adquieren rasgos de ironía no por irreverentes menos brillantes, cercanos a veces al culto mexicano a los muertos y otras constitutivos de una reprobación que a uno, personalmente, le recuerda la frecuente connivencia de la Iglesia con el estamento militar y las oligarquías. La manipulación de los miembros de los madelman, su inversión y trueque, el despojamiento de la apariencia humana, que siempre recubre fríos resortes y contrahechos cuerpecillos de molde, no son menos reveladores. Llonovoy ha mostrado sus juguetes espenyades en casas de cultura, festivales de teatro y de teresetes en diversos lugares de las geografías balear y catalana, y también en el prestigioso Norwich Puppet Theatre (Inglaterra).